Resumen

Desde que la excomisaria Margot Wallström lanzara en 2005 su Libro blanco para una política de comunicación, la Unión Europea ha sido consciente de los retos que ha de tomar para tratar de asumir la iniciativa de poder explicarse y de involucrar a su ciudadanía en un proyecto que aspira a manifestar y concretar la defensa de unos valores democráticos indispensables. Sin embargo, el amplio y rápido desarrollo de alternativas digitales a los medios de comunicación tradicionales ofreció a la Unión tantas oportunidades como desafíos. Entre estos últimos destaca el nocivo fenómeno de la desinformación que, alimentado por ciertos intereses y una polarización política viralizada, ha tenido un efecto cada vez más desestabilizador. Ejemplo de ello fue el desgarro que supuso el ‘Brexit’, pero antes de que éste tomase forma en 2016, y bajo los temores de algunos de los socios comunitarios del flanco oriental, la Unión Europea detectó que algunos de los ataques más lesivos procedían de un agente bien familiarizado con las técnicas de desinformación: Rusia. La invasión desplegada por Moscú sobre Ucrania ha visibilizado, ya sin tapujos ni cortapisas, el rol estratégico de la información. Desde 2015, la UE sabía de la importancia de contar con políticas que supusieran un cortafuegos eficaz ante la propagación de noticias falsas que pudieran minar la credibilidad y la coherencia del bloque comunitario. Surge así el proyecto EUvsDisinfo, desarrollado por el Grupo de Trabajo East Stratcom para contrarrestar las campañas de desinformación que Rusia desplegaba contra Bruselas y los estados miembros. Desde entonces, según datos del Servicio Europeo de Acción Exterior, se han recopilado y desmentido 13987 casos de desinformación pro-Kremlin. Además de esta iniciativa, la UE estableció en 2018 un código de conducta concebido para paliar las consecuencias de una desinformación sistemática. Este planteamiento se ha vuelto a revisar en 2022. La vicepresidenta y comisaria europea de Valores y Transparencia, Vera Jurová, ha subrayado la importancia que la información veraz y de calidad tiene en la salvaguarda de la democracia, algo que es radicalmente vital en un entorno en el que la realidad es cada vez más cuestionada.
Este trabajo tiene como objetivo analizar la evolución de la estrategia de la Unión Europea para luchar contra la desinformación apelando a tres elementos básicos: la propuesta de acción que se puso en marcha en 2015; los cambios estratégicos de la UE a partir de 2017 y los planteamientos que en 2022 tratan de hacer frente al desafío de Rusia, mucho más allá de la crisis de Ucrania. A través de una metodología exploratoria, y partiendo de la premisa de que las relaciones con Rusia han sido determinantes, se pretende ahondar en la eficacia y en los déficits de estas políticas. Eficacia en tanto que Bruselas traza consensos con los distintos actores implicados; y déficits porque la UE corre el riesgo de diagnosticar muy bien los problemas, pero no acertar con las soluciones.

Palabras Clave / Desinformación / Noticias falsas / Políticas de información / Rusia / Unión Europea

Abstract

Ever since former Commissioner Margot Wallström launched her White Paper for a communication policy in 2005, the European Union has been aware of the challenges it faces in trying to take the initiative to explain itself and to involve its citizens in a project that aims to express and give concrete expression to the defense of the indispensable democratic values. However, the extensive and rapid development of the digital alternatives to the traditional media offered the Union as many opportunities as challenges. Among the latter is the harmful phenomenon of disinformation which, fueled by certain interests and viral political polarization, has had an increasingly destabilizing effect. An example of this was the tearing apart brought about by the ‘Brexit’, but before this took shape in 2016, and under the fears of some of the EU partners on the eastern flank, the European Union detected that some of the most damaging attacks came from an agent well acquainted with disinformation techniques: Russia. The invasion deployed by Moscow over Ukraine has now made the strategic role of information visible, without any more covertness or hindrances. Since 2015, the EU has been aware of the importance of having policies that would provide an effective firewall against the spread of fake news that could undermine the credibility and coherence of the EU bloc. Thus arose the EUvsDisinfo project, developed by the East Stratcom Working Group to counter the disinformation campaigns that Russia was deploying against Brussels and the member states. Since then, according to data from the European External Action Service, 13987 cases of pro-Kremlin disinformation have been collected and disproved. In addition to this initiative, the EU established in 2018 a code of conduct designed to alleviate the consequences of systematic disinformation. This approach has been revised again in 2022. The Vice-President and European Commissioner for Values and Transparency, Vera Jurová, has underlined the importance of truthful and quality information in safeguarding democracy, something that is radically vital in an environment where reality is increasingly questioned.
This paper aims to analyze the evolution of the European Union’s strategy to fight disinformation by appealing to three basic elements: the proposal for action that was launched in 2015; the EU’s strategic changes from 2017; and the approaches that in 2022 seek to address the challenge of Russia, well beyond the Ukraine crisis. Through an exploratory methodology and starting from the premise that relations with Russia have been decisive, the aim is to delve into the effectiveness and deficits of these policies. Effectiveness insofar as Brussels builds consensus with the different actors involved; and deficits because the EU runs the risk of diagnosing the problems very well, but not getting the solutions right.

Keywords / Disinformation / European Union / Fake news / Information policy / Russia

FIRMANTES

Nombre Adscripción Procedencia
Sergio Príncipe Hermoso Universidad Complutense de Madrid Madrid
Ana María Zaharía Universidad Rey Juan Carlos Madrid